En el rico tapiz de la mitología y religión japonesas, los Shichifukujin (七福神), o los siete dioses de la suerte, ocupan un lugar especial. Son venerados en el sintoísmo y el budismo, reflejando un sincretismo único que caracteriza a muchas prácticas religiosas japonesas. Cada uno de estos dioses tiene un origen y atributos distintos, ofreciendo una ventana fascinante a las creencias y valores japoneses. Los Siete Dioses de la Suerte viajan en el Takarabune (宝船), o “barco del tesoro”, un barco mítico que surca los cielos durante los primeros tres días del Año Nuevo. La imagen del barco forma parte esencial de las celebraciones tradicionales del Año Nuevo japonés. En mi caso, llevo a, al menos, uno de ellos muy cerca de mi corazón, especialmente por mi intensa relación, le llamaría consagración y devoción a, tal vez, la más perfecta de las artes: la música. Ella es Benzaiten. Este es un resumen de cada uno de ellos.
Ebisu (恵比須): Conocido como el dios de los pescadores y comerciantes, Ebisu es quizás el más japonés de los dioses, sin un origen claro en otras mitologías asiáticas. Se le representa sonriente, llevando una caña de pescar y un besugo (Tai), un pez asociado con la buena fortuna. Ebisu simboliza el trabajo duro y la honestidad, atributos muy valorados en la cultura japonesa.
Daikokuten (大黒天): Originalmente una deidad hindú, Daikokuten fue adaptado al panteón japonés como el dios de la riqueza y el comercio. A menudo se le muestra sentado sobre sacos de arroz, con un martillo mágico y sonriendo ampliamente, representando la abundancia y la prosperidad.
Bishamonten (毘沙門天): También conocido como Tamonten, este dios de la guerra y la protección proviene de la tradición budista. Se le representa como un guerrero en armadura, llevando una lanza y una pagoda, simbolizando su papel como protector y otorgador de fortuna en la batalla.
Benzaiten (弁才天 / 弁財天): Única diosa entre los Shichifukujin, Benzaiten tiene sus orígenes en la diosa hindú Saraswati. Es la patrona de las artes, la música y el conocimiento. Se la ilustra con un instrumento musical japonés, el biwa, y a veces con una serpiente, que simboliza la sabiduría y la conexión con lo divino.
Fukurokuju (福禄寿): Originario de la mitología china, este dios es venerado por su sabiduría, la longevidad y la felicidad. Se le representa con una cabeza inusualmente alta y larga, a menudo acompañado de un bastón y un pergamino o libro.
Hotei (布袋): Hotei es probablemente el más reconocible de estos dioses, con su gran barriga y sonrisa amplia. Basado en un monje budista chino real, es el dios de la felicidad y la generosidad, y su figura es sinónimo de buena suerte y fortuna. Según las mitologías china y japonesa, Hotei fue un monje budista semi-legendario de la dinastía Liang (907-923), muy popular tanto en China como en Japón. Se le considera el dios de la felicidad y la generosidad, y su figura es sinónimo de buena suerte y fortuna. Su representación como un monje alegre y obeso, con una gran barriga, se ha convertido en un símbolo icónico asociado con la buena suerte y la abundancia.
Jurojin (寿老人): Al igual que Fukurokuju, Jurojin también es venerado por su longevidad. Se dice que representa a un antiguo sabio chino y a menudo se le muestra con un ciervo, un símbolo de longevidad. Se le considera un protector de los ancianos y se le asocia con la salud y la longevidad.
Estos dioses no solo son figuras centrales en las celebraciones y rituales japoneses, sino que también simbolizan el sincretismo religioso presente en Japón. El sincretismo religioso es la combinación o fusión de diferentes creencias o prácticas religiosas. Por ejemplo, aunque Ebisu es considerado una deidad autóctona sintoísta, la inclusión de deidades de origen hindú y chino refleja la influencia del budismo y las creencias continentales en la cultura japonesa.
Como decía un poco más arriba, Benzaiten es mi preferida. Su figura es sinónimo de todo aquello que fluye: las palabras, el conocimiento, la música y el agua. Como patrona de los artistas, escritores y músicos, Benzaiten insufla esos momentos de gracia donde el talento y la inspiración convergen en la creación de algo verdaderamente hermoso y único. Cuando estaba mucho más activo en el mundo de la música, una "mangaka", una dibujante de cómics e ilustraciones, me dibujó. Esta obra fue creada como parte de la promoción general para mis actuaciones, tanto en solitario como con mi banda, que era lo más habitual. En la ilustración, "Benten" me seduce como siempre; incluso antes de conocerla, lo hizo.
El origen de los Shichifukujin es un testimonio de la naturaleza inclusiva y adaptativa de la religiosidad japonesa. Mientras que en su origen eran venerados individualmente, su agrupación como los siete dioses de la suerte es relativamente reciente, probablemente desarrollándose durante el período Muromachi (1336-1573). El período Muromachi fue una época de cambios políticos, sociales y culturales en Japón, que favoreció el intercambio y la integración de diversas tradiciones religiosas. Esta agrupación no solo refleja un esfuerzo por armonizar diversas influencias religiosas, sino que también subraya un enfoque pragmático en la búsqueda de la felicidad y la buena fortuna en la vida cotidiana. Un ejemplo de esto es el ritual de visitar los siete templos o santuarios dedicados a cada uno de los dioses durante el Año Nuevo, que se cree que trae suerte y bendiciones.
Además de su importancia religiosa, los Shichifukujin también han dejado una marca indeleble en el arte y la cultura popular japonesa. Desde pinturas y esculturas hasta representaciones en el teatro Noh y Kabuki, han capturado la imaginación del pueblo japonés a lo largo de los siglos. Se les suele mostrar con atributos simbólicos, como el saco de arroz de Daikokuten, la lanza de Bishamonten o el abanico de Hotei. Algunas obras famosas que los incluyen son el cuadro de Kano Motonobu o la obra de teatro de Chikamatsu Monzaemon. Su presencia en amuletos, decoraciones y festivales no solo sirve como un recordatorio de las antiguas tradiciones, sino que también continúa inspirando a las generaciones actuales.
En conclusión, los siete dioses de la suerte japoneses representan mucho más que simples figuras de la fortuna. Encarnan la fusión de diferentes tradiciones religiosas y culturales, reflejando la evolución y la riqueza de la espiritualidad japonesa. A través de su veneración, uno puede apreciar la profundidad y diversidad de las creencias y prácticas que han moldeado la identidad cultural de Japón.