Skip to main content

Introducción

El período Sengoku (戦国時代) (1467-1603) representa una época turbulenta y violenta en la historia de Japón, caracterizada por constantes guerras civiles y conflictos sociales. También conocido como el "período de los estados en guerra", el Sengoku comenzó con la decadencia del shogunato Ashikaga (足利幕府) y terminó cuando Tokugawa Ieyasu (徳川家康) unificó el país bajo su gobierno en 1603.

Durante estos 150 años, Japón experimentó profundos cambios políticos, económicos y sociales. Sin un gobierno central fuerte, el país se dividió en provincias controladas por señores de la guerra conocidos como daimyō (大名). Estos líderes militares compitieron ferozmente por el control de territorios y recursos, involucrando a Japón en un estado de guerra civil interminable.

Al mismo tiempo, la introducción de arcabuces por comerciantes portugueses alteró drásticamente el panorama militar. Nuevas tácticas y tecnologías transformaron la naturaleza de la guerra. Además, el budismo Zen influyó en la ética y prácticas marciales de los samuráis.

[Retratos de Nobunaga, Hideyoshi e Ieyasu]

En medio del caos, una nueva clase de unificadores militares emergió con el objetivo de pacificar el país mediante conquistas y alianzas estratégicas. Figuras legendarias como Oda Nobunaga (織田信長), Toyotomi Hideyoshi (豊臣秀吉) y Tokugawa Ieyasu lograron gradualmente someter a los daimyō rivales, sentando las bases para la unificación política de Japón después de siglos de fragmentación feudal.

Este artículo analiza los principales acontecimientos, figuras históricas, procesos sociales y consecuencias culturales de este fascinante y decisivo periodo que moldeó el futuro de la nación japonesa.

Mapa de Japón en la era Sengoku

Antecedentes del período Sengoku

Para comprender cómo Japón se sumergió en un estado de anarquía durante el Sengoku, es necesario revisar brevemente el contexto histórico previo. Durante el período Kamakura (1185-1333), el shogunato mantuvo el control militar del país, pero su autoridad comenzó a declinar con el tiempo.

En 1333, el shogunato Kamakura fue derrocado por el emperador Go-Daigo, quien intentó restaurar el poder imperial. Sin embargo, el shogunato Ashikaga se estableció poco después, desplazando nuevamente al emperador como figura política suprema.

Bajo el shogunato Ashikaga (1336-1573), Japón vivió una era de prosperidad cultural y económica conocida como período Muromachi. No obstante, hacia 1450 esta dinastía shogunal enfrentaba crecientes dificultades para controlar a los daimyō provinciales y mantener la paz.

Los shogunes Ashikaga carecían de los recursos militares y económicos para someter a los señores feudales, quienes fueron acumulando mayor poder e independencia en sus respectivos dominios. Además, la autoridad central se debilitó por disputas sucesorias y luchas internas entre facciones políticas.

Como resultado, para cuando el décimo shogun Ashikaga Yoshitane fue depuesto en 1467, el shogunato había perdido efectivamente la capacidad de gobernar, dando inicio al período Sengoku de anarquía y guerra civil.

Fragmentación política y militarización regional

Con la desintegración del shogunato Ashikaga, Japón se fragmentó en numerosos estados regionales gobernados por clanes guerreros, templos budistas y aldeanos armados.

Los historiadores estiman que para 1500 había entre 100 y 200 territorios autónomos. Esta división política debilitó el tejido social y nacional de Japón por más de un siglo.

Cada región estaba controlada por un señor feudal o daimyō quien, aprovechando la ausencia de un poder central, reforzó su dominio militar sobre los campesinos y samuráis locales. Los daimyō construyeron fortalezas, armaron ejércitos de vasallos y libraron continuas batallas para defender o expandir sus tierras.

Este proceso de militarización regional transformó la naturaleza de los clanes guerreros. Los daimyō adoptaron un estricto código militar que enfatizaba la lealtad absoluta de sus samuráis. Al mismo tiempo, desarrollaron sofisticadas estrategias de asedio y defensa de castillos.

Dominios como Oda de la provincia de Owari o Chosokabe de Tosa destacaron como fuerzas militares temibles gracias a su disciplina, tácticas y tecnologías de combate. Muchos daimyō contrataron monjes budistas zen para instruir a sus tropas samurái en artes marciales y meditación.

En consecuencia, para mediados del siglo XV casi toda la nobleza guerrera de Japón se había convertido en una clase militar profesional, preparada para librar despiadadas campañas con el fin de controlar territorios y recursos.

Innovaciones en estrategia militar

La incesante competencia entre los daimyō fomentó grandes innovaciones en el arte de la guerra. Nuevas estrategias y tecnologías tuvieron un impacto decisivo en el curso de las contiendas.

Uno de los principales desarrollos fue la introducción de arcabuces o mosquetes por comerciantes portugueses en 1543. Las armas de fuego revolucionaron el combate, pues podían perforar las armaduras samurái. Rápidamente los ejércitos incorporaron contingentes de arcabuceros ashigaru.

Asimismo, la táctica del disparo en rotación de arcabuces aumentó exponencialmente su poder ofensivo. Oda Nobunaga fue uno de los primeros en implementar esta estrategia con gran éxito, como se evidenció en batallas como Nagashino en 1575.

Por su parte, los castillos se transformaron en complejas fortificaciones con torres de vigilancia, fosos, muros interiores, puertas trampa y otras defensas. Daimyō como Uesugi Kenshin y Takeda Shingen perfeccionaron técnicas de asedio y asedio prolongado.

Las armaduras samurái también evolucionaron, adoptando placas de hierro suplementarias para contrarrestar las armas de fuego. Asimismo, la cría de caballos aumentó para montar unidades de caballería ligera y móvil.

En el mar, los clanes del oeste y sur de Japón como Mori y Shimazu incorporaron naves portuguesas equipadas con cañones para controlar las rutas marítimas y facilitar invasión anfibias.

Estos y otros desarrollos militares caracterizaron las campañas del período Sengoku, donde la superioridad estratégica y tecnológica muchas veces se imponía a la pura fuerza numérica.

Impacto social y cultural

Más allá de la política y la guerra, la prolongada crisis nacional del Sengoku tuvo profundas repercusiones en la sociedad y cultura japonesas.

La constante violencia e inestabilidad ocasionaron gran sufrimiento entre las clases campesinas, cuya producción y comercio fue severamente interrumpida. Las hambrunas y penurias económicas se hicieron comunes.

Además, la fragmentación territorial implicó la formación de identidades regionales distintivas entre la población, debilitando la cohesión nacional. Por el contrario, dentro de cada han o dominio, se reforzaron los vínculos de lealtad entre el daimyō, sus samuráis y los aldeanos.

Muchos campesinos abandonaron las zonas rurales para buscar trabajo y protección en las ciudades bajo el control de comerciantes y templos budistas. Estos centros urbanos florecieron como bastiones de producción artesanal y comercio doméstico.

Mientras tanto, la constante preparación para la guerra fomentó una cultura militar y valore marciales entre la nobleza samurái. Surgieron numerosas escuelas (ryū) de disciplinas marciales, filosofía y estrategia militar. Textos como el Hagakure y el Book of Five Rings codificaron la ética guerrera samurái.

A pesar del caos predominante, el período Sengoku también presenció grandes avances culturales gracias a intercambios con la China Ming y el occidente cristiano. Nuevas corrientes artísticas como el teatro Noh, la cerámica Raku y la pintura tinta Nanpin influenciaron significativamente las artes japonesas.

Ascenso de los unificadores

Oda Nobunaga | Toyotomi Hideyoshi | Tokugawa Ieyasu

En la última etapa del Sengoku, conocida como Azuchi-Momoyama (1568-1603), los daimyō más poderosos intentaron unificar Japón por la fuerza, marcando el principio del fin de un siglo de guerra civil.

El primero en emerger fue Oda Nobunaga (1534-1582), daimyō de la provincia de Owari. Mediante una combinación de brillante estrategia militar, política pragmática y despiadada crueldad, Nobunaga logró someter gran parte del centro de Japón.

Derrotó a clanes como los Takeda, Asakura y Asai, al tiempo que incorporaba sus territorios. Introdujo innovaciones administrativas y económicas como el sistema de cadastros y el comercio de rakuryo-sen con China.

Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) fue el subordinado y eventual sucesor de Nobunaga. Tras la muerte de Nobunaga, Hideyoshi prosiguió la obra de unificación, conquistando las regiones de Chugoku, Shikoku y Kyushu.

Su victoria en la campaña de Odawara en 1590 contra el clan Hojo le permitió controlar Kanto y el east de Japan. Hideyoshi completó la unificación del país, pero su muerte en 1598 sumió a Japón en crisis antes de alcanzar una estabilidad duradera.

Finalmente Tokugawa Ieyasu (1543-1616), con base de poder en la región de Kanto, emergió como la figura capaz de llenar el vacío dejado por Hideyoshi. Tras derrotar a los Toyotomi leales en la batalla de Sekigahara en 1600, Ieyasu se convirtió en el gobernante supremo de Japón.

En 1603 el emperador le otorgó el título de shogun, estableciendo el shogunato Tokugawa que traería dos siglos y medio de paz. De esta manera culminó el período Sengoku de anarquía y guerra civil.

Consecuencias e impacto histórico

La edad Sengoku, aunque violenta, sentó las bases para la unificación política de Japón bajo el shogunato Tokugawa en el siglo XVII. Sus impactos y legados históricos fueron significativos.

En primer lugar, permitió el ascenso al poder de los samuráis sobre la antigua nobleza cortesana (kuge), instaurando una sociedad guerrera que dominó Japón hasta el siglo XIX.

El Sengoku también aceleró el proceso de amalgamación cultural entre las tradiciones guerreras de los bushi y las influencias culturales continentales, dando forma al ethos samurái.

Además, la prolongada crisis forzó a los daimyō a innovar en administración económica y desarrollar una burocracia eficiente para sostener sus esfuerzos bélicos. Estas transformaciones sentaron bases para la modernización administrativa del periodo Edo.

Si bien la guerra civil tuvo un alto costo humano y material, el Sengoku fue una época de gran vitalidad cultural e intercambio de conocimientos. El intenso contacto con el exterior introdujo nuevas tecnologías y conceptos que dinamizaron varios aspectos de la sociedad japonesa.

Finalmente, la competencia obligó a los líderes a perfeccionar tanto las artes militares como las habilidades diplomáticas y políticas, forjando a figuras de la talla de Hideyoshi y Ieyasu.

Conclusión

Sekigahara Kassen Byōbu (『関ヶ原合戦屏風』), pantalla japonesa que representa la Batalla de Sekigahara (関ヶ原の戦い). Esta réplica de 1854 recrea el original Hikone-jō Bon Sekigahara Kassen Byōbu (彦根城本『関ヶ原合戦屏風』) de Sadanobu Kanō (狩野貞信) de la década de 1620 y era un tesoro del Señor Ii de Hikone (彦根藩井伊家) a partir de ese momento. Sin embargo, no es una representación fiel del original, con algunas omisiones notables y alteraciones de diseño en todo el diseño. Colección del Archivo de Historia y Antropología Cultural del Pueblo de Sekigahara (関ヶ原町歴史民俗資料館所蔵), encontrado en una colección privada de un residente de largo plazo de Ōgaki, cerca de Sekigahara. Encontrado en http://brian.hoffert.faculty.noctrl.edu/TEACHING/Tokugawa.Sekigahara.jpg. Aunque el Prof. Hoffert ha añadido su propio texto a la esquina, la imagen en sí fue pintada hace al menos 100 años, probablemente más cercano a 400, y por lo tanto no está sujeta a las leyes de derechos de autor.

En conclusión, el turbulento pero fascinante periodo Sengoku moldeó el curso de la historia nipona. La guerra civil forzó una transformación social, política y militar que sentó las bases para la unificación y la era de prosperidad Tokugawa posterior.

Personalidades brillantes como Nobunaga y Hideyoshi emergieron de las llamas de la guerra y anarquía para lograr la monumental tarea de pacificación nacional. Su legado perdura hasta hoy en la sociedad y cultura japonesas.

Aunque marcado por violencia y caos, el Sengoku fue una época dinámica que aceleró cambios cruciales. Su estudio provee atisbos fundamentales sobre la evolución histórica de Japón como nación y su identidad como pueblo.

Deja un comentario

Close Menu