Ubicado en el corazón de la pintoresca ciudad de Matsuyama, en la isla de Shikoku, descubrimos una joya de la espiritualidad japonesa: el templo Ishite-ji (石手寺). No es solo una estructura religiosa, Ishite-ji es un fascinante conglomerado de historia y misticismo, un tapiz tejido con mitología, peregrinación y esperanza.
El templo número 51 en la ruta sagrada de los 88 templos de Shikoku, Ishite-ji, también conocido como el "templo de la piedra y la mano", se erige como un hito significativo en esta travesía de fe y auto-descubrimiento. Es un puente que une el pasado con el presente, conectando las antiguas leyendas con la vida contemporánea.
La enigmática historia de este templo, su significado simbólico y su vínculo con la figura mística de Kūkai (空海), también conocido como Kōbō Daishi (弘法大師), hacen de Ishite-ji un faro espiritual. Es un escenario que despliega historias de fe y redención, y donde cada piedra, talla y rincón resguarda una parte de la rica cultura japonesa.
El templo no es solo un testimonio del tiempo transcurrido, sino una parada vital en el camino de cientos de peregrinos que, cada año, se adentran en la ruta del Shikoku Henro (四国遍路). Cada visitante aporta su hilo al gran tapiz, enriqueciendo el tejido de devoción, perseverancia y transformación que caracteriza a Ishite-ji.
La Leyenda de Ishite-ji
La historia de Ishite-ji está intrínsecamente vinculada a la figura de Kūkai (空海), fundador de la escuela de budismo Shingon (真言宗) en Japón. Según la leyenda, Kūkai visitó la casa de un hombre de gran fortuna pero enormemente despreciado, Emon Saburou (右衛門三郎). En cada visita anual, Kūkai solicitaba un cuenco lleno de arroz. Sin embargo, Emon Saburou se negaba y rompía el cuenco que le presentaba el monje. Este hecho se repetiría durante ocho años consecutivos, provocando una terrible maldición: los ocho hijos de Emon Saburou comenzaron a morir, uno por cada año, durante los siguientes ocho años.
Atormentado por la culpa, Emon Saburou decidió buscar a Kūkai para pedirle perdón. Siguió el camino de peregrinaje de Shikoku en la misma dirección durante veinte años sin éxito, hasta que decidió cambiar de estrategia e ir en dirección contraria. De este modo, finalmente se cruzó con el monje.
En su reencuentro con Kūkai, Emon Saburou le pidió perdón. Kūkai, mostrando compasión, aceptó su disculpa y le preguntó si tenía algún deseo. Emon Saburou, anhelando una segunda oportunidad, expresó su deseo de renacer en la acaudalada familia Kono, una de las familias más ricas de la región.
Accediendo a su deseo, Kūkai tomó una piedra y, en ella, inscribió las palabras "Emon Saburou sairai" (右衛門三郎再来), que significan "Emon Saburou renacerá".
Un año después, en la familia Kono, nació un niño cuya mano derecha permanecía inexplicablemente cerrada. La familia llevó al pequeño al templo Ishiteji, donde un monje comenzó a recitar mantras. En un evento milagroso, el niño abrió su mano, revelando en ella la piedra que Kūkai había inscrito con las palabras de la reencarnación de Emon Saburou.
Hoy en día, esta piedra es considerada una reliquia sagrada y se exhibe en el museo de Ishiteji. Aunque su tamaño plantea interrogantes sobre cómo un recién nacido pudo sostener una piedra de ese tamaño, la historia ha dejado su marca como una leyenda, dando nombre al templo, Ishiteji, que significa "el templo de la piedra y la mano".
La leyenda de Ishite-ji enseña valiosas lecciones sobre el poder del perdón, la humildad y el arrepentimiento sincero.
Peregrinación y Redención
Ishite-ji, siendo el templo número 51, es una estación esencial en el camino espiritual conocido como Shikoku Henro (四国遍路), traducido como "peregrinación de Shikoku". Aunque no es el nombre oficial de la peregrinación, es común referirse a la visita a los 88 templos como 88 Kashomeguri (回所巡り), una expresión que significa "dar la vuelta a los 88 lugares". Este término se emplea para indicar que se han visitado todos los templos de la peregrinación de Shikoku, aunque no necesariamente en un orden específico o incluyendo los 20 lugares sagrados adicionales, conocidos como bangai.
Esta peregrinación trasciende la simple recreación de los viajes de Kūkai, dando lugar a un viaje espiritual de profunda intensidad. Se dice que el espíritu de Kūkai permanece vivo, acompañando a los peregrinos en su camino. Por ello, muchos peregrinos le llaman cariñosamente Daishi-sama (大師様), o "gran maestro", y le dirigen sus oraciones al inicio y al final de cada día.
Shikoku Henro es un recorrido espiritual de unos 1400 kilómetros que rodea la isla de Shikoku. Atrae a miles de peregrinos cada año, personas de todas las condiciones y orígenes que buscan una experiencia de autodescubrimiento, purificación y redención.
En Ishite-ji, los visitantes pueden encontrar bolsas llenas de tierra o arena de todos los templos de la peregrinación, incluido el Kongo-obuji. Al tocar estas bolsas, los peregrinos pueden sentir la energía sagrada de cada lugar, reforzando su conexión espiritual y física con el camino.
La Cueva de Jizo en Ishite-ji
En el corazón del vasto recinto del templo Ishite-ji, un lugar despierta un profundo sentido de asombro y reverencia: se trata de un pasadizo de unos 160 metros de longitud, excavado en la montaña, repleto de estatuas de la deidad budista Jizo (地蔵).
Jizo es venerado en Japón como el protector de los viajeros y, de manera particularmente conmovedora, de los niños que han fallecido prematuramente. Según la creencia budista japonesa, es este bondadoso guardián quien guía a las almas a través del desalentador río Sanzu (三途の川), un río mítico que las almas deben atravesar en su viaje hacia el más allá después de la muerte.
El pasadizo de Ishite-ji, que ha sido excavado en la montaña, ofrece un conmovedor tributo visual a esta creencia. En su oscuro interior, una multitud de estatuas de Jizo, dispuestas en orden, custodian el camino. Ya sean reliquias desgastadas por el tiempo o adiciones recientes, cada una de estas estatuas simboliza una oración y una esperanza de protección y salvación. Son ofrendas de aquellos que han experimentado la dolorosa pérdida de un ser querido, especialmente de un niño, con la esperanza de que Jizo pueda guiar su tránsito a través del río Sanzu.
Cada estatua de Jizo lleva en su rostro sereno una expresión de infinita compasión. A menudo vestidas con pequeños delantales rojos y sombreros, estas pequeñas figuras ofrecen una conmovedora imagen de su amor por los niños y su papel de protector. En la tranquilidad del pasadizo, estas estatuas de piedra se convierten en un faro de consuelo y esperanza en medio de la penumbra.
Por lo tanto, el pasadizo de Jizo en Ishite-ji es un lugar de profunda tranquilidad y emotividad. Es un testimonio tangible de la efímera naturaleza de la vida, pero también una promesa de guía y protección en los momentos más oscuros.
La Pagoda de Ishite-ji: Un Tesoro Nacional
El Templo Ishite-ji no es solo famoso por su Cueva de Jizo y su simbolismo del río Sanzu, sino también por su impresionante pagoda de tres niveles. Esta pagoda, construida en 1318, es un Tesoro Nacional de Japón y representa una de las joyas más preciadas de la arquitectura religiosa japonesa.
Con una altura de 24,1 metros, la pagoda presenta una proporción general muy equilibrada y transmite las características del período Kamakura. De manera inusual, cuenta con una pared blanca en el primer piso. Situada en el centro de los recintos del templo, la pagoda constituye un mundo mandala formado por cinco budas. Además de la pagoda, Ishite-ji cuenta con un campanario que también ha sido declarado Bien Cultural de Importancia Nacional.
Las Piedras de Fertilidad de Ishite-ji
En el templo de Ishite-ji, se alberga una tradición muy especial que atrae principalmente a mujeres que desean tener hijos. Este ritual tiene lugar en una parte específica del templo: alrededor de una gran piedra de oración dedicada a la fertilidad.
El suelo alrededor de esta piedra está sembrado de pequeñas piedras, cada una inscrita con nombres y fechas de nacimiento de bebés. Estas marcas son los testimonios tangibles de los deseos cumplidos a través de este ritual.
El rito empieza cuando una mujer que desea ser madre elige una de las piedras sin inscripciones que se encuentran alrededor de la piedra de oración. Esta piedra es llevada a su hogar, simbolizando la bienvenida de una nueva vida. La creencia es que, mediante este acto de fe y esperanza, la mujer pronto logrará concebir.
Una vez nace el bebé, la madre inscribe en la piedra el nombre y la fecha de nacimiento del recién nacido. Pero la tradición no termina aquí. Junto a la piedra ya inscrita, la madre debe buscar una nueva piedra sin marcar, limpia y con un diseño natural elegante. Ambas piedras deben ser devueltas al templo de Ishite-ji.
Este acto de devolver una piedra marcada y una nueva piedra pura perpetúa un ciclo simbólico de vida. Asegura que siempre habrá piedras disponibles para que otras mujeres puedan llevarlas a su hogar, perpetuando el ritual y manteniendo viva la esperanza de futuros embarazos.
Este ritual en Ishite-ji es un emotivo ejemplo de cómo las creencias y prácticas pueden proporcionar consuelo y esperanza en los momentos más significativos de la vida humana. Es un intercambio de energía y bendiciones, un recordatorio de la conexión humana con lo divino y una manifestación de la fuerza de la vida y la renovación.
Ishiteji Hoy en Día
En la actualidad, Ishite-ji sigue siendo un vibrante centro de devoción y espiritualidad. La riqueza de su historia y su compromiso continuado con la tradición budista atraen tanto a peregrinos en su viaje espiritual como a turistas interesados en el patrimonio cultural de Japón. Al visitar Ishite-ji, uno no sólo se adentra en un lugar de paz y tranquilidad, sino también en un mundo donde la leyenda y la vida real se entrelazan en una danza eterna de renacimiento y redención.
Tuve la sensación de que estaba escrito desde el profundo amor y respeto por Japón.
Está bien documentado y compilado.
Espero que siga compartiendo la fascinación por Japón con el resto del mundo compartiendo la historia de los lugares que ha visitado y la historia que le interesa.
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